Reposaban las hojas. Los mirlos buscaban algo que llevarse a la
boca.
Nosotros buscábamos un beso que robar de algunos labios
Tú buscabas un beso que robar de unos labios indefensos frente a
la locura.
Lorenzo calentaba cada cloroplasto de tus hojas.
Cada hoja fue cumplimentada a la perfección, pero comenzaron a
caer. Un suicidio colectivo. Una manada de ñus desorientados, intentado volar.
Las alas se desplegaron tarde, pero al menos se desplegaron.
La hostia ha sido mayor de lo que pensábamos.
La pena aflora. Rasga y acuña el pasaporte del futuro.
Los estridentes sonidos del pasado retumban en tu tímpano,
haciéndote perder la noción de la realidad.
Como un extasiado de caviar buscas la salida en un laberinto sin
luces. Ni puerta.
Un único tragaluz que te enseña el firmamento, siempre superior.
Dios y Padre poderoso del presente. El presidente de un gobierno bananero. Un
casero que limpia el rellano. Un meteorito que se aproxima a tu cabeza.
No tiene vuelta atrás. En un vahído, subes al cielo y te agarras
de lo primero que tienes a mano, y descubres que ya estás en casa. De nuevo y por
mucho tiempo.
Bienvenidos a la estrella fundida.
2. ROEDORES
Por el suelo del techo caminan moscas y
murciélagos. Cuelgan lianas que en realidad son árboles. Yo también cuelgo a
veces de ellas. Otras veces, sin embargo, escalo. Depende de lo lejos que esté
del cielo, o de lo cerca que me encuentre del infierno. Depende de la forma en
que haya decidido caminar ese día. Depende de los sueños que se me hayan roto,
o de lo rotos que anden mis sueños. Depende de las causas perdidas y de los
anzuelos mordidos. Depende de las pocas estrellas que aún no se hayan fundido.
3. RESPIRA
Una carrera de sudor entra por el túnel que lleva a la
habitación del silencio, donde corre el aire y no te oyes pensar.
Despiertas de un viaje en vano. Tu cara está empapada en sangre.
Tu boca reposa de bilis. Oyes un crujido seguido de un chasquido. No puedes
girar los ojos porque están clavados en la pared, esperando ser picados por la
mosca del sueño eterno.
El enorme esqueleto portador de la guadaña quiere jugar al fútbol
con tu calavera, y tú mientras tanto, sólo puedes disfrutar del espectáculo.
Deseando que llegue el final, de la respiración más larga de tu vida.
4. CUANDO AFLOJE EL TEMPORAL
El viento del norte se vuelve mar a
veces. El mar, por su parte, se convierte en viento. Puedo entonces caminar
sobre él como si de aire se tratase. El viento, sin embargo, se convierte en
oleadas que me impiden luchar contra él. Nado sin agua y camino sin suelo. Como
los náufragos. Como los ahogados. Como los luchadores.
5. LAB.
Canción desconocida de un paraje para gente selecta. Así es
como lo veo yo. Un lugar repleto de gente con mirada funesta y los pies
clavados en el suelo. Azotados por la luz de la ventana y mojados por la lluvia
de sus pensamientos.
Correteas por un ambiente sórdido, que pudre tus entrañas.
Acaricia tus pensamientos, marchitándolos y reduciéndote a escombros. No eres
útil ni tan siquiera para las cañerías del piso inferior, mucho más abajo que
el suelo. Te ahogas en saliva y jugos gástricos, que te pegan al suelo, te
tiran del cuello y te dejan azotado por la luz de Lorenzo, que busca remedios
con los que pudrirte las ideas.
6. BUSCAMOS
PAZ EN REPORTAJES DE GUERRA
Los tristes moldes de las galletas rotas del dulce
corazón del ave muerta.
Los peces asfixiados.
Los hombres ahogados.
Los vientos del sur.
Los mares del norte.
Las grandes cajas donde la madera guarda cartón para
forjar guadañas de plastilina.
Las hojas fornidas.
El acero derretido.
El óxido nitroso.
El nitro oxidado.
Los subidones anfetamínicos de las viejas mujeres que
limpian los tejados de casas derruidas.
La bolsa de hierro.
Los coches de papel.
Los vaqueros del este.
Los indios de ciudad.
Las búsquedas interminables de sueldos inalcanzables en
trabajos abasurados sin salario subsidial.
El Congreso en llamas.
7. CON DE
Resurges de entre las cenizas, como un fénix cuando muere y
renace. El humo te asume y te consume. Una bóveda de oscuridad exalta tu
belleza, demacrado por el paso del tiempo. Los violines caen con el barco. Las
lágrimas se hunden en el océano.
Levitas el océano, danzando, agitado por la brisa como una hoja de
otoño antes de llegar al suelo. Ese instante en el que estás en armonía con el
universo. Esa sensación de libertad. Por un momento eres libre y puedes volar.
Como tu fidelidad, caes al suelo como un cuchillo. Te rasgas y no
te queda otra más que llorar hasta morirte.
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