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lunes, 12 de marzo de 2012

CAPÍTULO 1: Ande yo caliente, jódase la gente.

En descomposición

Aquí están otra vez estos dos capullos. Cuchillo en mano y cien balas volando. Brus tiene las gafas rotas, un ojo morado y le han arrancado media piñata a base de ostias bien dadas. A Pelayo le han rapado al cero, le han robado la ropa y anda en pelotas buscando monedas por el suelo.

-          ¿Qué más puede pasar, Brus, tío?
-          Nada más, Pelayo, por favor.
-          Una puta tormenta invernal que nos arrastre. Es lo único que falta.
-          Malvenidos, de nuevo, a la estrella fundida



El asfalto me quema en la lengua

Tengo miedo a que las gotas caigan sobre mí
y mis huesos se rompan.
Miedo al asco y asco al miedo.
Hambre.
La tripa escocida.
Me duele el pecho de tanto respirar.

Sí, amigos: hay dolor.

La pena es que el viento lo arrastre todo
y al final no me quede ni si quiera una pared
en la que clavar mi firma, para que así podáis,
amigos
y enemigos,

recordarme.

Penumbra

Me encuentro en la penumbra. No puedo recordar tu cara. En mi cabeza sólo suenan los ecos de ayer. Dijiste que contra viento y marea estaríamos juntos. Que pese a todo estaríamos en la estrella. La estrella de la muerte.
Las lágrimas brotan de mis ojos. Te añoran. ¿Por qué? No hago más que plantearme el porqué de todo. Cuento los días que llevo solo. Oyendo disparos de desconocidos. Cuento los días que me quedan para morir. Sólo sé que cada día que pasa es un día menos hasta mi muerte. Ya no me queda nada. He hecho todo lo que tenía que hacer . Sólo espero que llegue mi muerte.

La verdad es una mentira mal contada

Puta basura. Toda la mierda junta apilándose y ningunas ganas de recogerla. Poner un poco de orden. Barrer la puta casa y sentarse en el tejado a fumarnos un peta. Y fliparlo con las nubes. Y el viento en contra limpiándonos la cara. Y el pelo atrás; los ojos descubiertos al fin. Lanzar las gafas de sol al vacío y poder ver CLARAMENTE.

Suicidio

Las palomas me han hecho sentir la revelación que llevaba tiempo buscando. Soy dueño de mi vida, y por tanto dueño de mi muerte. Yo debo decidir el Gran Momento. Tan fuerte y lento.
Pelayo, ¿dónde estás? Me encuentro subido en una silla invisible, en una cueva donde no caben más sombras, inundada de recuerdos que me ahogan. La soga me aprieta la garganta. Mis ojos quieren independizarse. A los que quise enseñar no me entendían. No era yo la boca para esos oídos. Ven y sálvame de la desesperación. Cógeme en brazos y llévame al Sol, sálvame de este pesar.
Qué pena tan honda en el alma siento, y se me ocurren dos salidas, y ninguna tiene buen final

Flema

¿Dónde está ahora todo aquel tiempo, eh? Todo aquello que dedicamos a sembrar, y lo poco que invertimos en recoger. Esos capullos que nos pisaron la cosecha y nos escupieron a la cara. Sus sucias lenguas creando flema. Nuestras limpias caras, buenas, bonitas, afeitadas. Los piños blancos como la nieve. Las pupilas como la luna negra y los bastoncillos en las orejas acabando con la carroña. Ni un solo puto cambio. Mierda nueva sobre el mismo suelo de siempre.

Sale el Sol

Mis oídos chirrian. Intenté enseñarte. Intenté quererte como nadie y no me planteé si tú me querías. No me arrepiento de nada. Sólo me das lástima. Espero que algún día tú vuelvas a mi, porque yo ya me he ido. Yo ya no estoy. Sólo te quedan los recuerdos de nuestros abrazos rotos. Yo sigo queriéndote, sigo riéndome; pero por dentro, todo por dentro.
Empieza a salir el sol, y creo que debería salir a ver qué se cuece, a tomar el color que perdí cuando te sentía cerca.


Humanidad

Me siento malo a veces.
Me importa una mierda el mundo.
Me miro al ombligo y UY, encuentro un pelo nuevo.

Y ahí fuera, mientras tanto, se les caen las pelotas al suelo.

Y yo aquí, sentado en la cama, con mi camiseta del Che Guevara.

Qué rojo soy, qué revolucionario.
Y ni siquiera soy capaz de salir de la habitación para bajar a por tabaco.
El esfuerzo de lavarse la cara
y quitarse las gafas
y mirar directamente al sol
es DEMASIADO para este joven

“revolucionario”.

Luego cierro el ordenador,
me tumbo sobre el edredón
y la luz se apaga.

No la apago yo.

Ella decide cuando debo,
y cuando no debo,

abrir los ojos.


A: Dios a Platón

He visto la luz. He abierto lo ojos. He entrado de nuevo a mi cueva y sacado mis pertenencias. He llenado mi petate de antiguos recuerdos: Nuestra foto de aquella noche blanca, la soga que me ahogaría, un condón usado, la bombilla fundida.
Ahora, vuelvo a ser persona, más persona que nunca. Voy solo, pero contigo de la mano. Siento los recuerdos bajo la luna, y parto lejos de la cueva a vivir MI vida, la vida que tanto dediqué a los demás. Ahora empieza MI momento.


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