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lunes, 14 de noviembre de 2011

CAPÍTULO 2: Mar de dudas.

ACTO PRIMERO: SEE THE SEA

-          Oye, ¿necesitas ayuda?
-          Sí, por favor. ¿Dónde estamos?
-          No entiendo. ¿Que dónde estamos? ¿No lo ves?
-          No. No veo. Sólo oigo.
-          Escucha y verás. Verás el ajetreo del día a día, de personas sin rumbo... ¿Lo ves?
-          Sí... ya lo veo... Qué absurdos parecen todos estos incrédulos mortales, ¿no?
-          Son estanques de agua, cuando deberían ser ríos con su principio y final. No tienen meta en la vida. Su meta es subsistir el día a día. Ir-trabajar-volver.
-          Te comprendo. Deberían ser como bicicletas, siempre adelante, sin importar lo que venga.
-          Como ríos que conducen al mar.
-          ¿Y qué es el mar?
-          ¿Quieres averiguarlo?
-          Sí, por favor.
-          Ven conmigo. Bienvenido a la estrella fundida.



ACTO SEGUNDO: EL MURO 

Estoy en una playa. A parte de mí solo hay dos personas más. El resto es arena, aire, olas. A mi izquierda un hombre negro, con gafas de sol, desnudo, fumando marihuana, tumbado en su hamaca. Junto a él un radiocasete. Música zen. Poesía en el ambiente. A mi derecha hay una mujer. Desnuda. Tumbada bocabajo. Sus enorme tetas hundidas en la arena, trazando el camino a seguir, el lugar donde se esconde tesoro. Yo estoy en el medio. Vestido. Soy el tercero de la foto. El hombre que sobra. El tabique que separa los dos cuerpos desnudos que podrían dar lugar a un tercer cuerpo. Soy el aborto. Soy el condón. Soy la malasombra de Dios.


ACTO TERCERO: ALÍVIAME CON TU SUSURRO

Quiero verte conmigo, sumergiendo las manos en el hondo suelo de estas ardientes piedras. Ardientes, como mis pies, que entran en contacto con el agua y la hacen desaparecer del mar, en un inútil abismo donde nada cabe esperar. Quiero jugar a tocar el horizonte y volver. Quiero jugar a contar los granos de arena. Quiero jugar a encontrar las llaves sumergidas en lo más profundo de mi ser. Quiero que me susurres al oído mientras caminamos por este mar de desilusiones.


ACTO CUARTO: EL SABOR DE LA DERROTA

El mar. Esto es el mar. Yo soy el mar. Tú eres el mar. Somos mar. Ellos son tierra. Son desprecio. Son miseria. Son hambre. Nosotros somos agua. Ellos, fuego.

-          What do we have to do when we just can think, my brother?
-          Watch yourself in the water that reflects your soul that is held high by the love of "them".


ACTO QUINTO: LA GAVIOTA Y EL PEZ

Súbete a mi barca, entraremos en alta mar, nos pillará una tormenta, nos hundiremos. Nadaremos junto a los peces, las algas se anudarán a nuestros pies y seremos testigos de la creación de la burbuja. Escucharemos a los ahogados, aquellos que antes que nosotros decidieron fundirse con el mar y dejar que sus cuerpos muertos flotasen a la deriva, sirviendo de alimento a las gaviotas. Seremos agua, seremos sal, seremos fuerza. Seremos olas. Ponte la concha en la oreja y escucha los gritos de los ahogados.


ACTO SEXTO: FÚNDETE, SOL

Caminamos hacia ningún sitio. Nos acompañan las olas, que vieron ayer a enamorados pasear de la mano, como hoy lo hacemos nosotros. ¿Dónde está el amor que llenaba de pasión mis palabras? Quién te conociera… Dicen que te resbalas por mi piel desnuda, viendo amanecer en una estampa veraniega. No les creo. El sol arde. Es tarde. Y se apaga.


ACTO SÉPTIMO: MARINEROS DE AGUA DULCE

Estoy dormido. Soñando. Veo una playa. Enorme. El mar, cubierto de botellas. En cada botella un mensaje. Me quito la ropa. Salto al agua. El frío recorre mi piel. Los pelos de punta. Nado entre las botellas. Cientos de mensajes de náufragos que jamás serán encontrados, que morirán en sus islas, solos, tristes, primitivos. La lluvia mojará sus cuerpos cada noche, su barba no cesará de crecer, serán desconectados por completo de la sociedad, de su comunidad, de nuestro mundo. Volverán al primitivismo, no tendrán roce alguno con el orden establecido. Será su forma de dinamitar el sistema.


ACTO OCTAVO: ETERNO REFLEJO 

¿Quién es el que me mira desde dentro del agua cristalina que azota mis pies? Sonriente, inconsciente. Noto cómo mis pies acarician las tostadas piedras de una playa casi desierta, rota por los gritos de algunos paisanos que se entretienen jugando y disfrutan viendo cómo les mira esa curiosa persona desde dentro del agua. Reconozco caras allí: mis padres, mi hermano, mis hermanas. ¿Dónde estoy yo? En un mar más lejano, quizá. Un mar de dudas donde nada cabe esperar, más que el olvido de aquellos a los que no supe querer cuando les tuve.


ACTO NOVENO: FLORES DE INVERNADERO

El mundo se deshace bajo mis pies. La marea me arrastra, mi mente se desvanece. Los buitres dan vueltas sobre mi cabeza, esperando mi último suspiro: su cena de hoy. Arenas movedizas, un pinchazo en las sienes. El mundo me tiene cogido por los huevos. No quiero mirarle a los ojos. No a un mundo como este. Prefiero dejar que el mar me lleve, que la corriente me arrastre hacia dentro. Ahogarme poco a poco. Sentir a mis pulmones explotar, sentir a mi corazón pararse, quedarse quieto. Dejar que los buitres devoren mi cuerpo, engendrar otras vidas a raíz de mi propia muerte. Llorar lágrimas de sal.


ACTO DÉCIMO: LA SOLIDEZ DEL MUNDO

Es como sufrir un atropello. Un atropello de sentimientos. No te queda huida. Todo está hueco. Oyes cómo en tu interior los sentimientos caen, uno a uno, como en una cueva las gotas que construyen la solidez, la solidez del mundo. Te deshaces. Te derrites. Te fundes. Empiezas a formar parte de todo sin ser nadie. Procedes de lo más alto que te puedes imaginar, y desembocas en el aciago, desconocido y gran mar al que llamas amor.


ACTO UNDÉCIMO: EL PRINCIPIO DEL FINAL 

Gotas. Solo gotas cayendo. Y fuego. Fuego quemando, derritiendo, destruyendo todo lo que has hecho, todo lo que has logrado, todo lo que has intentado, todo lo que alguna vez has conseguido. Pero ahora se acabó, amigo. El final ha llegado. Las gotas caen sobre tu piel, estás desnudo, estás solo, llorando, arrodillado, arrepintiéndote de todo. Sabes que se acabó tu suerte. Sabes que ya no habrá más flores en el camino. Sabes que vas a hundirte, que no te queda tiempo, ni ganas, que tienes que salir de aquí y que la derrota está tras esa única puerta. Tienes que atravesarla, amigo. No te queda otra. Así que levántate. Camina. Acércate a la puerta. Agarra el manillar. Respira hondo. Y entra. 

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