Estrellas en fundición. Hambre de lengua. Sillas de agua.
Camas de aire. Peleas callejeras. Tiempo agotado. Naturalezas muertas. Sombras de
sol. Alegre tristeza. Cuerpos ardiendo. Ropa desnuda. Edificios vacíos.
Habitaciones abandonadas. Fuego en las venas. Derrotas vencidas. Aplausos
muertos. Risas enlatadas. Vicios privados. Aire contaminado. Sangre coagulada.
Humo. Solo humo. Bienvenido a la estrella
fundida.
ACTO SEGUNDO: YA NO
Ya
no queda humo que salga de este cigarrillo que acaricia mis labios. El humo del
mar se quedó fundido. Quiero abrazar tu sombra, sentirte junto a mí. Pero tan
solo consigo abrazar el humo que desprenden tus poros, ansiosos de gritar con
pasión y odio: LIBERTAD.
ACTO TERCERO: LAS REGLAS DEL JUEGO
Santo es aquel que sigue el libro al pie de la letra. Las normas, todas y
cada una de las reglas. Línea por línea, palabra por palabra, letra por letra.
Acento por acento. Los semáforos en rojo, las drogas, las blasfemias o el sexo
sin amor son muros infranqueables para ellos. Son hijos de Dios. Benditos.
Santos. Bla, bla, bla.
ACTO CUARTO: HAIMA
Fue
un roce de miradas, un instante, nada más. Nuestras miradas se sintieron
acariciadas por la cálida música del lugar en que nos encontrábamos. Entré al
baño, apenas un metro cuadrado de un alicatado oscuro y espantoso que me dejaba
ver con claridad una ventana que mostraba el agobio, una enredadera que
intentaba entrar al baño, conmigo, como ella, que quería estar también junto a
mí. Mire hacia arriba y vi que la enredadera había entrado al baño. Me
miraba. Formaba parte de mí. Era humo. No lo sientes, pero está ahí.
ACTO QUINTO: EL TIEMPO DEL CUENTAGOTAS
Vamos a acabar con todo. Tú y yo. Juntos. Nos cogeremos de la mano y saltaremos por la ventana. Nuestras cabezas se aplastarán contra el asfato. Nuestra sangre, nuestros sesos, se unirán. La gente gritará, vendrá la ambulancia, nos recogerán. Se desharán de nuestros cuerpos. Nuestras familias llorarán, se arrepentirán de no habernos querido más, se darán el pésame los unos a los otros. Pero NADA servirá de NADA. Nosotros subiremos. Ascenderemos como el humo. Tocaremos el cielo. Tú me sonreirás. Yo te besaré. Nuestros sesos colgando, nuestro cerebro destruido. Haremos el amor untados en sangre. Nos correremos juntos y le desearemos la muerte a todo el mundo. Porque, al final, NADA servirá de NADA.
Vamos a acabar con todo. Tú y yo. Juntos. Nos cogeremos de la mano y saltaremos por la ventana. Nuestras cabezas se aplastarán contra el asfato. Nuestra sangre, nuestros sesos, se unirán. La gente gritará, vendrá la ambulancia, nos recogerán. Se desharán de nuestros cuerpos. Nuestras familias llorarán, se arrepentirán de no habernos querido más, se darán el pésame los unos a los otros. Pero NADA servirá de NADA. Nosotros subiremos. Ascenderemos como el humo. Tocaremos el cielo. Tú me sonreirás. Yo te besaré. Nuestros sesos colgando, nuestro cerebro destruido. Haremos el amor untados en sangre. Nos correremos juntos y le desearemos la muerte a todo el mundo. Porque, al final, NADA servirá de NADA.
ACTO SEXTO: MUERTE PREMATURA
Doy una
calada. El humo asola mis pulmones. Las paredes, amarillentas, sin brillo, me
miran. Me preguntan qué es lo que estoy haciendo, qué es lo que pretendo hacer
con mi puta vida. Les digo que no lo sé. Que nunca lo he sabido. Y que espero
no saberlo jamás.
ACTO SÉPTIMO: SI DISPARAS, DISPARO
¿Estamos
llenos de sentimientos? ¿Con quién nos comparan? ¿Qué comparación merecemos
nosotros? Si nos limitamos a ser nosotros, no somos nosotros, sino ELLOS. ¿Quién apaga cigarrillos en mi mente?
En toda
carretera hay una curva, una recta, un arcén y una cuneta. Hoy estoy en la
recta. Mañana tal vez en la curva. Pasado quizá en el arcén. El caso es que al
final, quiera o no, la cuneta va a estar ahí, esperándome.
ACTO OCTAVO: EL ASCENSOR
ACTO OCTAVO: EL ASCENSOR
Los latidos de tu corazón bombean los látigos del idílico demiurgo
que me observa pensante desde la ventana de enfrente.
Apilando libros que se convierten en lapidas, me lanza miradas que me desatornillan los ojos, que creía tener pegados a la cabeza. Los ojos se me caen. Las lapidas forman ahora parte del hondo hueco donde reposa tu corazón, muerto, que ya no bombea los látigos del demiurgo, que ya no apila lapidas ni me observa, porque de tu corazón no se desprende más que el humo que un día quisiste aspirar, cuando en realidad era él quien te aspiraba a ti, demacrándote y cavando, poco a poco, tu tumba.
Apilando libros que se convierten en lapidas, me lanza miradas que me desatornillan los ojos, que creía tener pegados a la cabeza. Los ojos se me caen. Las lapidas forman ahora parte del hondo hueco donde reposa tu corazón, muerto, que ya no bombea los látigos del demiurgo, que ya no apila lapidas ni me observa, porque de tu corazón no se desprende más que el humo que un día quisiste aspirar, cuando en realidad era él quien te aspiraba a ti, demacrándote y cavando, poco a poco, tu tumba.
ACTO NOVENO: EL OJO DESNUDO
No estoy sentado aquí, delante tuyo, porque sí. Hay
razones para todo. Incluso para esto. Estoy aquí, frente a ti, por algo. Quiero
hacerte ver que, aunque yo esté sentado y tú estés de pie, tu corazón no late
más alto que el mío, ni tus pies pisan con más fuerza, ni tu vida merece más la
pena que la mía. Así que siéntate, deja de mirarme por encima del hombro y
fíjate en mis ojos. Ellos nunca mienten.
ACTO DÉCIMO: ESO, ES AMOR
El
nació de una papelera, donde se juntaron un condón y una compresa usada. De
esta forma tan repugnante nació este punzante necio. Ahora le ves
como vaguea vagando por inciertos infiernos, procurando atender a cada
llamarada de las llamadas de las llamas, que pastan inertes a lo que el
inherente e inhabitado habitante les hará ver. En un
repentino instante decide formar parte de la nada y esfumarse como el humo, disuelto
en millones de micropartículas ínfimas que no podrían ser percibidas ni tan
siquiera por el percebe que tenía el microscopio y que pretendía observar todo
con una minuciosa y milimétrica perfección. Ya nada
queda. ¿Amas
llenar la cama de llamas?
ACTO UNDÉCIMO: EXIT
Hay un
agujero en el techo. A través de él vemos una luz. Solo una. La casa arde
mientras tú y yo follamos en el sofá. Esa única luz es la que nos mantiene con
vida. Nuestros cuerpos ardientes ARDEN, se queman, se deshacen. Nuestra piel,
derretida, se funde como la cera. Somos UNO. Somos el amor, el odio, el placer.
Somos la ceniza, los restos, el asco. Somos droga, somos sexo, somos semen,
somos flujo. Esa luz, tú, yo, la casa, el fuego. Las cinco puntas de esta
estrella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario