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lunes, 28 de noviembre de 2011

CAPÍTULO 4: Banderas Blancas.

1
El frío corroe mis huesos. Estoy tirado aquí, solo, y no veo la salvación por ninguna parte. Atrapado entre un cielo negro y un asfalto gris, veo pasar las horas sin dejar de llorar. Lágrimas acidas que queman mi piel y cavan hondos túneles que conducen a mi cerebro, derretido y aplastado por una sociedad enferma, un mundo que me ha dejado de lado, que no me ha permitido ser quien verdaderamente soy. Me han vendado los ojos, me han atado de pies y manos, me han rapado al cero y me han puesto una pistola en la boca. El “clic” del gatillo está a punto de inaugurar la fiesta. Solo falta un dedo que lo apriete. Así que no temas. Acércate. Despacio. Con calma. Coge la pistola. Y dispara. 
Bienvenido a la estrella fundida.



2
Si me ves subido al muro, no dudes en lanzarme piedras. Si me ves tumbado en la cama, no dudes en prenderme fuego. Si me ves libre, ÁTAME, si me ves vestido, DESNÚDAME, si me ves feliz, HÚNDEME. No dudes que, si mi ánimo se pudre, saldrás airoso. Podrás contarle a todo el mundo que un día ganaste una guerra, que destruiste a un ser humano, que te convertiste, en un héroe. Y entonces solo entonces te colgarán del cuello una medalla. Una medalla de honor.

3
El sabor de la sangre. EL SABOR DE LA SANGRE. Eso es lo único importante al final. Lo único que queda cuando ya no queda NADA. Solo sangre. Rojo intenso. Dolor. Muerte. Desesperación. Miradas de odio. Cuerpos en el suelo. Destrozados. Mutilados. SANGRE. Sólo sangre. El primer y único plato de cada día.

4
Canciones de amor y guerra para corazones aplastados. Mujeres llorando en la oscuridad, niños hambrientos. El hombre sujeta el fusil. La mujer suplica. “Por favor. No lo hagas. No lo hagas. NO LO HAGAS.” El hombre la mira fríamente. El suelo está empapado en cenizas. Casquillos de balas bañados en sudor, sangre y lágrimas. Disparos y estallidos como música de fondo. Solo un segundo. Una última lágrima de la mujer. Y otro casquillo al suelo.

5
El tiempo está ardiendo. La lluvia lo moja, pero el fuego se aviva. Hay ceniza y miseria en el ambiente. Tristeza y hambre en el suelo. Dioses enfermos y falsos ahí arriba.  Son unos hijos de puta. Saben que nos hacen daño. Saben que nos duele. Saben que el filo de sus cuchillos nos atraviesa. Pero les da igual. Ellos aprietan, aprietan fuerte, nos lo clavan, nos los hunden en el pecho, nos destrozan las entrañas. Nos insultan, nos escupen, nos miran con odio. Nos funden los plomos de la vida.

6
Aquí no hay amor. Amor se fue. Amor se dio cuenta de lo que iba a pasar, y ahuecó el ala en cuanto pudo. No lo dudó. Salió por patas. Cuando estaba escapando, a punto ya de cruzar la frontera, una joven trató de atraparlo. Le miró a los ojos y le dijo “No te vayas. No ahora. Por favor”. Le entregó una flor. Le dio un beso. Pero Amor no sintió nada.

Cuando cayó la primera granada, Amor ya había cruzado la frontera. Para no volver. No al menos hasta que la última granada anunciase el final del desastre.

Amor no quiere bañarse en ríos de sangre. Amor no quiere recolectar lágrimas. Amor no quiere arrodillarse ante un arma. Amor se mantiene al margen. Amor es libre.

7
Solo nos cruzamos una vez. De frente. Nos miramos a los ojos. Barro en la cara, sudor, lágrimas. MIEDO. Dos hombres. Dos armas. Dos bandos. En ese momento, en ese único momento, quisimos tirar las armas y abrazarnos. Llorar juntos. Volver a casa. Pero no fue así. Nos preguntamos con la mirada. “¿Estás preparado, amigo?”. Los dos respondimos que sí. No había otra salida. No había otra solución. Tú disparaste primero. Yo después. Caímos al suelo. No pudimos siquiera despedirnos. Cerramos los ojos lentamente y fue entonces, solo entonces, cuando supimos que TODO había terminado.

8
Cuando vuelvas a casa, acuérdate de mí. Seguramente estaré llorando. O muerto. No lo sé. Mi sangre y mis lágrimas pasarán a formar parte de otro capítulo más de la historia del mundo.  Solo te pido, entonces, que escuches mi voz en tu cabeza. Que no trates de evitarla. Que NO OLVIDES. Que no olvides NUNCA nada de lo que pasó. Que no olvides que fui asesinado a sangre fría, que el mundo me manipuló, como a tantos otros, y me puso un arma en la mano. Que disparé. Que asesiné. Que destruí. Que deshumanicé. Pero, ante todo, TEN PRESENTE que al menos, no volví, no permití que me colgasen del cuello una medalla. No permití que ELLOS me diesen la mano, ni que me felicitasen por mis acciones. No permití que mis manos, bañadas en sangre, sujetasen por un segundo las suyas, bañadas en odio. Decidí quedarme. Quedarme allí. Tendido en el suelo. Sin aire. Sin vida. Sin medallas.

9
Ya no hay tiempo. Ha estallado la ruina. Solo gritos, voces, llantos, frío, tierra, sangre, odio. Así que corre. No pares. No pienses. Avanza. Con rapidez. Cuando tomes el tren no te des la vuelta. No mires atrás. Ni se te ocurra. Que no se te pase si quiera por la cabeza. Simplemente huye, escápate. Con suerte, se la jugarás al destino y esa bomba no será para ti.

10
Una vez me quiso. Nos quisimos. Nos besábamos día tras día, noche tras noche, año tras año. Me miraba a los ojos y me decía: Te quiero. Pero luego llegaron ellos. Le llamaron. Le cogieron. Le hicieron servir a una patria inexistente, atrasada y estúpida. Se lo llevaron. Nos separaron. Para siempre. Nos soltamos las manos y jamás pudimos volver a juntarlas.


MUCHAS GRACIAS a Patricia Juarez por su participación.



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